Estás preparando un salmorejo de remolacha y de repente al cortar uno de los tomates te haces un pequeño corte en un dedo. Inmediatamente te curas y te pones un guante de látex (suponiendo que no haya alérgicos al látex entre los futuros comensales).
Posteriormente en tu dedo se produce una inflamación, y bienvenida sea. Esa reacción inflamatoria (calor, rubor, etc.), se desencadena como respuesta a un estímulo amenazador, en este caso, como respuesta al corte que te has hecho con ese cuchillo que elegiste y que siempre eliges, porque al final, es el mejor de la cocina.
Una vez que se neutralizan las bacterias y otros patógenos que puedan haberse introducido en tu dedo, la inflamación baja, y tu dedo vuelve a ser el de siempre.
¿Quién ha neutralizado a esos minifieras? El Ministerio de Defensa de tu cuerpo. No entraremos en si han sido los de artillería o si ha sido el cuerpo de élite de tu cuerpo. El caso es que tus defensas o soldados han triunfado.
¿Pero qué pasa si además de esas minifieras se produce una guerra híbrida en tu ambiente y te llegan ataques por tierra, mar y aire? Alimentos de suelos contaminados, procesados, agua embotellada de peor calidad que la del grifo, agua del grifo tal como viene (sin filtrarla nosotros), humo del tabaco, gases nocivos diluidos en nuestros cielos, etc. Y no estamos hablando ni del estrés, ni de las radiaciones que emiten algunos suelos y algunas estructuras de la vida moderna.
¿Cómo estarían nuestros soldados recibiendo ataques continuos que no les permitan descansar ni 24 horas? ¿Te parece mucho descanso 24 horas? A mi sí, si pienso en una guerra de dos días, pero es poquísimo tiempo si piensas en una guerra que se prolongue más de 20 años, sin descanso, ni un solo día. Ese estado de guerra en nuestro cuerpo se denomina “inflamación”.
Que no te extrañe que esos soldados, después de 20 años sin un respiro, terminaran agotados, desertando y hasta locos, como monos con metralletas disparando a los civiles a los cuales tendrían que defender, a nuestras propias células. Sería un auto-ataque, una patología autoinmune.
No se puede vivir en estado de guerra continuo (en inflamación continua, inflamación crónica), sin que pase factura entre nuestras tropas.
La inflamación crónica somete a tensión a las defensas inmunitarias y, cuando estas experimentan un exceso de sobrecarga es probable que queden fuera de control.
Cuando el organismo se ve expuesto a una amenaza tras otra, sin tiempo para restablecerse por completo, o cuando uno de esos estímulos amenazadores, incluso de bajo nivel, no termina de remitir del todo, el sistema inmunitario se mantiene en un estado de alerta permanente y la inflamación se convierte en crónica.
La inflamación crónica desempeña un papel decisivo en el desarrollo de las patologías autoinmunes, tanto en lo que respecta a su activación como en lo que se refiere a su remisión o su agravamiento.
¿Cuáles son los factores que pueden hacer que el sistema inmunitario se mantenga en estado de alerta permanente, generando inflamación crónica y elevando el riesgo de desarrollo de autoinmunidad?
Además de la gran cantidad de tóxicos ambientales, peligros físicos invisibles, o el consumo excesivo de gluten, entre los factores que pueden hacer que el sistema inmune se mantenga en estado de alerta permanente, generando inflamación, se encuentra el trastorno intestinal conocido como “intestino permeable”.
Sanar el intestino es primordial. Detoxifica tu organismo y detoxificarás tu intestino.
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